A
veces la vida se aferra a cualquier asidero, en los lugares menos pensados y de
la manera más inesperada. El sol, la sequedad, el calor y la
aridez suelen liquidarla, incluso antes de comenzar. En los calcinantes meses
de verano los viajeros que cruzaban por Estación Moreno sólo podían disponer de
la sombra de algún mezquite o un palo fierro, incapaces de protegerlos contra
los rayos del sol; sus ramas y escasas hojas filtraban la mayor cantidad de sus
llamas. El fuego espacial hostigaba a todos por igual: oficinistas,
terratenientes sin ganado, vendedores ambulantes y, no podía ser de otra
manera, a los mineros, los vaqueros, los visitantes y, con frecuencia, a las
familias de todos ellos.
El único árbol
destinado por el azar para ofrecer el servicio de sombra a los transeúntes no formaba parte de la flora
local; si bien su ramaje era frondoso, protegía mejor a una pequeña oficina
cercana que a las personas interesadas
en cobijarse a su sombra.
La casualidad fue la
matriz de ese árbol. A poco más de dos kilómetros de distancia de Estación
Moreno se ubica el rancho Baboyahui, propiedad de la familia del ex gobernador
de Sonora Alejo Bay; a un costado de la huerta de naranjos, formando parte del
cerco, existía un frondoso pino, utilizado por los viajeros para descansar a la
sombra de sus tupidas ramas. Los vaqueros también acostumbraban amarrar las
riendas de sus caballos a la cerca para protegerlos del sol; uno de esos
calurosos días, un caballo ensillado se encontraba atado bajo la sombra del
pino y comía ramas del árbol, el freno no le permitía ramonear a placer por lo
que dejaba escapar un que otro bocado. Como la familia de Don Miguel visitaba a
otra familia con la que había cultivado una bien afianzada amistad, una de sus hijas
tomó del suelo una de las ramas desechada por el caballo y la utilizó para
jugar; en el recorrido de regreso la niña trazaba imaginarias líneas en la
tierra, devastando los cilindros de la ramita; al llegar a su casa se deshizo
de ella, pero Doña Conchita la recogió y la colocó en una botella de cristal
con agua; al paso de los días le aparecieron raíces. Viendo ese hecho Don
Miguel mandó cavar un hoyo poniéndole tierra fértil del banco de un arroyo; el abundante
humus permitió el crecimiento de un frondoso árbol dotado de una apreciable
sombra.
Eran muchas las
personas que se protegían del sol a la sombra del juvenil pino, pues la
intensidad de los rayos del sol llegaba a registrar de manera cotidiana
temperaturas que regularmente rondaban los 45 grados centígrados. Los numerosos
visitantes, usuarios de su sombra, acudían a una oficina situada a dos metros
de su tronco, por varias razones, allí se atendía la administración del embarque
del grafito por ferrocarril, los asuntos de la Unión Ganadera, los temas
propios de un juez de campo y, también, era oficina de correos, siendo ésta,
por mucho tiempo, la única forma de comunicación con el mundo exterior. Con el
tiempo, un radioteléfono de la Unión Ganadera se instaló en dicha oficina. Como
los choferes de los vehículos de acarreo de grafito forzosamente acudían a la oficina, la gente
esperaba su arribo para trasladarse en ellos a la mina de San José de
Moradillas, distante a treinta y dos kilómetros siguiendo una brecha de
terracería, rumbo al oriente.
Hoy,
lo único que queda son los muros de la casa y la oficina destechadas por el
ganadero administrador de los ranchos de la familia Bay, para impedir el
asentamiento de personas en Estación Moreno, los restos de un tronco seco, los recuerdos de
la niñez, y la triple anotación errónea en Google Earth afirmando que la casa
en donde habitó la familia integrada por Don Miguel, Doña Conchita y sus hijos,
junto con la oficina, eran train depot
(depósitos del tren).
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