Es difícil saber cuáles son las motivaciones de los habitantes
de las ciudades de México que protestan contra la estrategia de vacunar primero
a los mexicanos que viven en los lugares más apartados.
Vacunar primero a
los adultos mayores
A un año des iniciada la pandemia, hay vacunas contra el
SARS-COV2 en el mundo. Éstas escasean y las naciones más poderosas acaparan la
producción de ellas. A México, por ejemplo, están llegando, pero comparando con
Estados Unidos, las estamos recibiendo a cuenta gotas. En esa circunstancia, el
gobierno mexicano ha decidido una estrategia de vacunación que se basa en reducir
el número de fallecimientos.
Pienso que la estrategia es correcta. Así lo demuestra un
artículo científico publicado el 21 de enero de 2021. Se publicó en Science y
revisa cinco estrategias distintas para vacunar a la población de un país. Los
autores encontraron que, si se busca reducir el número de muertes, procede la
vacunación a las personas mayores de 60 años. El título lo agrego enseguida:
“Model-informed
COVID-19 vaccine priorization strategies by age and serostatus”.
Vacunar primero a
quienes viven en las zonas más alejadas de los grande núcleos de población
En el fin de semana
del 13 al 14 de febrero de 2021 se han desatado fuertes protestas en redes
sociales en contra de un proceso de vacunación en el que el gobierno federal
empieza por quienes viven en los lugares más alejados de las ciudades, o en los
barrios más empobrecidos.
Aluden que debería atenderse primero a las zonas de mayor
densidad de población.
Con esa falta de empatía dejan de lado un aspecto muy
elemental: quien se enferme en una ciudad es muy posible que tenga acceso
rápido a la atención médica. Ese no es el caso de quienes viven lejos de los
grandes núcleos de población, ni de las personas ubicadas en zonas de alta
marginación, donde las vías de comunicación suelen ser malas.
Quienes hemos vivido en esos sitios sabemos que lo correcto es atenderlos a ellos primero. Quiero contarles una historia en respaldo a esta afirmación.
Una anécdota
triste
La foto que agrego al inicio de esta contribución al blog es
una imagen de Estación Moreno a mediados de los años 1970. Fue una población
situada a 75 kilómetros de Hermosillo. Nunca tuvo corriente eléctrica y el agua
del pozo del ferrocarril se acabó en el año 1958.
A 15 kilómetros hacia el noreste de Moreno había un
rancho llamado San Antonio. En el vivía una familia, y a veces dos, donde los padres de
ellas se dedicaban a cuidar el ganado del patrón. Un terrateniente que vivía en
Hermosillo con todas la comodidades que entonces podían disponer, en una casa
enorme de la colonia Pitic.
Yo cursaba el primero o el segundo año de primaria. Vivía
enfrente del enorme edificio de la escuela y un día por la tarde entré a la
casa de dos habitaciones y una cocina que rentaban para nosotros. En lugar de
los muebles encontré un pequeño ataúd blanco sobre cuatro piezas de madera
oscura que tenían la forma de unos ángeles tallados. Estaba en su interior una
niña de menos de tres años de edad, y en torno suyo, sentados en unas sillas de
madera, el padre y la madre de ella, más algunas personas que yo no conocía. La
señora le decía, una y otra vez: “tu tuviste la culpa”. El señor por su parte,
guardaba silencio con un estoicismo que no podía esconder el dolor de su
perdida.
No supe mucho más esa noche. Recuerdo que había rezos, llantos
esporádicos y escenas que se me fueron escapando conforme iba conciliando el
sueño. Meses después escuché una conversación entre mi madre y mi padre. Ella también
se había impactado ante la frase repetida de la madre de la niña muerta. Mi papá
contestó que podría ser así, que desgraciadamente el señor era muy responsable,
y ante la enfermedad de su hija, dedicó una tarde entera a dejar resuelto el
problema del ganado vacuno que “tenía que dejar encerrado, con agua y con
pastura”.
Aparentemente salieron del rancho al día siguiente. Caminaron
a caballo los 15 kilómetros que los separaban de Estación Moreno. Esperaron el
ferrocarril, o “un raite” con un automóvil que por casualidad pasara por allí. El
tiempo transcurrió y la niña nunca llegó al hospital. Ya no había necesidad
porque había muerto en el camino.
Es el México de hace casi 60 años, pero todos en nuestro país sabemos que eso no ha cambiado mucho.
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