domingo, 26 de septiembre de 2010

Un radio Telefunken en Estación Moreno. La XEW, La Voz de América, Radio Moscú y Radio Habana

La foto que vemos corresponde a un modelo de radio Telefunken muy similar al que había en la casa de Estación Moreno cuyas ruinas se muestran en una fotografía más adelante.




En México se guardan y conservan las historias de vida de los políticos, de los generales y de los hombres de dinero que se amafiaron con el poder para llegar a acumular las riquezas que los hacen pasar a esa posteridad de la que ya no pueden darse cuenta.

En cambio, las historias de los seres humanos de los pueblos y los ranchos se van borrando sin trascender a los libros, ni a los periódicos, ni a ninguna parte. Quedan en las neuronas de las mujeres y los varones que los recuerdan en su calidad de parientes cercanos, hasta que la historia de los padres y de los abuelos se borra con el fin de la vida de esas neuronas que guardan las vivencias familiares.

En ocasiones se olvida hasta la historia oficial, como ya empieza a suceder con el cuartel de Ortiz, construido para cuidar los posibles levantamientos de los Yaquis después de la traición que recibieron del General Álvaro Obregón, quien luego de que los indios pelearan a su lado, se olvidó de ellos para permitir el acaparamiento de sus tierras.

Cubierto con un techo de vigas de una madera de altísima calidad, que probablemente fueron robadas por manos hasta ahora desconocidas, yace ahora como un conjunto de ruinas de las que solo nos dicen algo las placas que se encuentran en su exterior, además de uno o dos blogs a medio alimentar.


En el mismo sentido, a 25 kilómetros al norte de Ortiz, contados por la vía del ferrocarril, se encuentran en Estación Moreno Sonora las siguientes ruinas de lo que una vez fue una casa habitación



Se aprecia que era una casa con techo de dos aguas que fue abandonada cuando la compañía minera que explotaba el grafito se fue a la quiebra, luego de una cadena de traspiés que iniciaron cuando la empresa pasó a manos de un par de mexicanos ignorantes de la minería y de las buenas costumbres de la gente que vivió en esas regiones.

Una vez abandonada esta casa, es seguro que los dueños de los ranchos cercanos a Estación Moreno mandaron retirar todos los techos, con el pretexto de que la madera y las láminas fueran aprovechadas por los vaqueros para alguna construcción que cubriera necesidades específicas.

La realidad es que los terratenientes locales temieron siempre la formación de un ejido, motivo por el cual tampoco tramitaron nunca un transformador y una cadena de postes que cubriera menos de 300 metros de distancia desde la línea de transmisión de alto voltaje hasta las casas de los moradores de Estación Moreno.

Así, sin expectativas y sin las más mínimas comodidades, casi nadie pudo vivir allí durante muchos años.

Una excepción fue la familia que vivió en la casa de la fotografía. Arriba de ella había una larga antena cuya tierra bajaba para enterrarse al lado izquierdo de la ventana que se aprecia en la fotografía siguiente:



Con esta antena captaba las señales un radio de la marca telefunken, muy similar al de la fotografía presentada al principio y con una estructura interna como la que se observa enseguida:



Como el sistema de transistores no entraba todavía al mercado, el radio funcionaba con un conjunto de siete bulbos numerados como: ECC85, ECH81, EF93, EABC80, EM80, EL84 y EZ80.




En lo que se refiere a consumo de baterías, era un sistema extremadamente caro, pues era un mecanismo de bulbos que requería mucha energía eléctrica. Por esa razón, se fabricaba un sistema de baterías secas tamaño D, que eran unidas en grupos en serie, que después eran conectados en paralelo para proporcionar el voltaje y el amperaje correcto. Se presentaban en un bulto que era ligeramente mayor a una caja de zapatos, pero mucho más pesada.

Además de la belleza de su sonido, la característica principal del radio Telefunken era que tenía cuatro bandas: la de onda larga de la amplitud modulada, que todavía se usa, más tres bandas de onda corta que cubrían una gama de posibilidades muy amplia.

Durante el día se captaban las radiodifusoras de la Ciudad de Hermosillo, al menos una de Guaymas y otra de Ciudad Obregón, así como una que emitía desde La Paz, Baja California. Todas transmitían en la onda larga, que ahora se conoce simplemente como AM.

Durante las noches, el sistema de onda corta de ese radio permitía captar la XEW, que emitía desde la Ciudad de México; la Voz de América, del gobierno de los Estados Unidos; Radio Moscú, que emitía desde la capital de la Unión Soviética. Por la tarde, y hasta ciertas horas de la noche, se escuchaba también Radio Habana, desde Cuba.

Aquellas transmisiones brindaban una multitud de noticias desde todos los ángulos políticos disponibles a través de las ondas de radio.

De vez en cuando se captaban las conversaciones entre pescadores del Mar de Cortés, sus quejas y muy pocos de sus éxitos. Ellos se expresaban con un lenguaje muy florido en palabrotas.

Una noche de verano de 1968 nos enteramos, primero a través de la XEW, de la invasión de Checoslovaquia por parte de fuerzas armadas del Pacto de Varsovia. Era un tono bastante sobrio que fingía imparcialidad.

Luego siguió el turno de escuchar la Voz de América, en la cual más que dar la noticia condenaban el avance de los ejércitos de casi todos los países que rodeaban a Checoslovaquia.

Por último, se escuchó Radio Moscú, donde se informaba que, siguiendo acuerdos previos, los países del Pacto de Varsovia habían acudido al auxilio de Checoslovaquia para reorganizar el gobierno y ayudarlo a retomar el rumbo de la construcción del socialismo.




El dueño del radio Telefunken descansaba del trabajo del día, semirecostado en una poltrona de acero en el porche de la casa. Tenía en una de sus manos un paliacate rojo que usaba lo mismo para secarse el sudor que para espantarse los zancudos, y cuando terminó de escuchar la versión de Radio Moscú, se levantó diciendo: cada quien cuenta lo que quiere, y se fue a terminar las labores que todavía tenía pendientes, antes de poder pensar en acostarse a dormir.

martes, 14 de septiembre de 2010

Un jabalí pastor del rebaño de cabras de Estación Moreno


En la foto aparece un puerquito jabalí que prestó su servicio como pastor de cabras, fue el mejor cuidador del rebaño originado en Estación Moreno, pues sabía guiarlo y protegerlo, lo conducía de ida y regreso al campo para que las cabras se alimentaran. Cuando alguna persona o animal extraño se acercaba al rebaño previsoramente el jabalí se interponía entre ellos, marcando la distancia más allá de la cual no debían arrimarse. Aprendió a hacerlo en virtud de su inteligencia, ya que no fue entrenado para esa tarea.

Contrario al pensamiento de mucha gente el jabalí no era agresivo, no obstante haber vivido varios años nunca atacó a persona alguna, en cambio era amistoso con la gente como lo muestra la foto. El niño más pequeño que aparece a su lado le hacía mucho daño, pero el animalito simplemente gruñía y le pegaba con la trompa causándole pequeños rasguños. El jabalí fue domesticado por Don Miguel mediante el procedimiento de pegarlo a las tetas de las cabras para que tomara leche una vez que se quedó sin la madre, de allí que se sintiera parte del rebaño y su defensor voluntario.

¿Por qué el jabalí sobrevivió con la leche de cabra?


Los estudios científicos empiezan a demostrar algo que se repetía entre los habitantes de Estación Moreno Sonora: que la leche de cabra es más benéfica para los niños que la de vaca. La prueba y el error permitieron comprender que los niños consumían bien la leche de las chivas, pero enfermaban del estómago cuando consumían la de ganado vacuno.

Además de niños, en Estación Moreno se criaron, becerros, potrancas, perritos recién nacidos y el pequeño jabalí de la foto. Pero lo que podría tomarse como una conseja popular, es ahora una realidad que la ciencia ha empezado a demostrar. En el año 2007 se dió a conocer un estudio del Departamento de Fisiología de la Universidad de Granada ha revelado que la leche de cabra tiene más propiedades benéficas para la salud que la leche de vaca. Entre los aspectos benéficos de la leche proveniente del ganado caprino se menciona que su consumo previene una forma de anemia por deficiencia de hierro, así como ayuda a evitar la desmineralization de los huesos, lo cual se manifiesta como un reblandecimiento de los mismos.

El tipo de anemia a que nos referimos se llama científicamente anaemia ferropénica. Para corroborar la información agregamos enseguida los datos que permiten al lector revisar lo que se informa:

La investigación fue dirigida por el Doctor Javier Díaz Castro, con la colaboración de Margarita Sánchez Campos, María Inmaculada López Aliaga y María José Muñoz Alférez. La noticia sobre los resultados de estos investigadores fue dada a conocer el 31 de julio de 2007, después de trabajar con ratas de laboratorio a las cuales se les indujo descalcificación de los huesos y anemia ferropénica, se les administró, a grupos separados, leche de cabra o leche de vaca. Se encontró que los animales que consumían leche de cabra mejoraron más rápidamente que los segundos. Sin embargo, como corresponde a la cautela que caracteriza a los estudios científicos, los autores informan que no deseaban adelantar conclusiones hasta poder trabajar con humanos, para lo cual esperaban la autorización por parte de las autoridades competentes.

Si Usted puede leer el Inglés, es aconsejable consultar los detalles en el siguiente portal de noticias científicas:

Fuente: http://www.sciencedaily.com/releases/2007/07/070730100229.htm

sábado, 4 de septiembre de 2010

Arte con alambre en Estación Moreno Sonora




Sería tal vez el año de 1971 o el de 1972 en Estación Moreno Sonora, cuando uno de sus habitantes se encontró un pedazo de alambre enredado con cierto orden para fabricar alguna clase de vasija cuya forma apenas se había empezado a esbozar. Probablemente el trabajo de alambre fue iniciado por alguno de los cuidadores del ganado que entonces se embarcaba hacia otros sitios del estado de Sonora, o del país, o de los Estados Unidos.

Con todo y que estaba a medio empezar, la armadura de alambre tenía la estructura suficiente para mostrar cómo seguir con el trabajo cuando se lo encontró un joven estudiante de historia que pasaba sus vacaciones allí. Consciente de que Doña Conchita gastaba parte de su tiempo buscando o improvisando dónde guardar sus insumos de cocina, el muchacho continuó con el proceso de curvar y enredar el alambre para terminar la forma de una canastilla que terminó albergando huevos en la cocina.





Eran alambres de paca, duros y resistentes, que venían por pares para mantener unidos los paquetes de alfalfa que servían para alimentar al ganado que era embarcado para alimentar mexicanos o extranjeros. Quiero decir con esto que no era tarea fácil enredar un alambre diseñado para el manejo pesado y rudo de los trabajadores del campo que alimentaban al ganado. Sin embargo, un poco de callos en las manos, un montón de paciencia adornada con perlas de sudor, más mucho tiempo disponible, terminaron dando la experiencia que permitió convertir una necesidad, combinada con curiosidad, en una actividad que a la vuelta de los años terminó por apreciarse como un arte que se guarda en dos casas de dos países distintos.



Una de estas casas se encuentra en Hermosillo Sonora, la otra en Phoenix Arizona.